lunes, 10 de agosto de 2015

TC en Paraná: Triunfo del nono entrerriano


Una nueva carrera pasó por el veloz circuito de Paraná. En cobertura en vivo, Speed Yonkis viajó hasta allá para presenciar lo que fue un finde de lluvia, sol, fierros, barro y polémicas.



Esto no va a ser un resumen periodístico regular como lo han hecho las grandes revistas y sitios especializados. Esto será el relato desde el punto de vista del espectador, de un grupo entre los millones que siguen el segundo deporte más popular y tradicional del país.
Así, emprendimos el viaje sábado madrugando muy temprano. A las 4am la caravana oficial de Speed Yonkis se subió a la Panamericana con destino a la ciudad de Paraná. 500km por delante y una aún oscura y cerrada noche con pronósticos meteorológicos poco prometedores para todo el fin de semana.


Sabíamos que el barro nos estaba esperando. Las lluvias del viernes en Buenos Aires se espejaban en Paraná y así lo garantizaban. Sólo esperábamos que no se repitan durante los dos días de nuestra estadía.


En el horizonte, una línea de fuego se hacía cada vez más intensa mientras cruzábamos el Puente Rosario-Victoria, acompañados por la programación de las radios AM locales, mate y bizcochos de grasa, como corresponde en este tipo de viajes. Poco a poco el día se abría paso. Una rápida parada en boxes para repostar combustible y la caravana siguió camino al mítico autódromo entre campos sembrados, lomas y pequeños pueblos.

Unos cuantos kilómetros adelante, llegamos al Autódromo Ciudad de Paraná. Una única entrada y salida generaba una pequeña fila para ingresar luego de comprar las entradas. Vendedores oficiales te facilitaban el tema vendiéndote las entradas mientras hacías la cola. Generales, 200ARS. Auto, 100ARS. Las tribunas estratégicamente ubicadas se podían comprar directamente en ellas. Boxes, ni preguntamos.
Una calle rodea el circuito, de tierra claro (o un río de barro ese día). Transitar por ella era divertido ya que ponía a prueba la sensibilidad del conductor para no patinar ni enterrarse y quedarse allí para siempre. Recorrimos casi todo el predio. Buscábamos lugar para establecer campamento, pero no fue hasta llegar a la curva 4 dónde encontramos lugar.
Tanto la recta principal (zona que siempre está colmada de gente), el gran curvón peraltado #1, la curva casi a 90 grados #2, la curva #3 de la polémica y entre las curvas #4 y #12 estaban cubiertas por plateas oficiales.
Llegamos a ubicarnos en un sector frente a estas últimas dos curvas lo cual nos dejaba una perspectiva muy buena de la recta opuesta, curva 3, 4, 5, 6, curvón 7 y 8, la S de las curvas 9 y 10 y el curvón peraltado que desembocaba a la recta principal. Todo visto desde nuestra “platea privada”.
Lamentablemente (para nosotros), los entrerrianos son sumamente fanáticos del TC, con lo cual el acceso al alambrado protector del circuito era algo que ya estaba copado en su 100%. Con lo cual debimos armar nuestro propio palco VIP en la segunda línea de espectadores.


Esto es clásico en el TC. Los andamios, estructuras sobre camiones, cajas de camionetas o cualquier cosa sobre la que se pueda uno parar es un buen lugar para ver una carrera, en algunos casos las estructuras son más profesionales de gente habitué.


En otros casos, lo que se pudo conseguir.
Desde que llegamos, los motores resonaban en todo el circuito, los TC Pista estaban probando. Muy similares al TC, pero con pilotos con menos reservas, los roces no se hacen esperar. Un chaparrón fugaz nos hizo refugiarnos en nuestro living, mientras preparamos la primera picada con cerveza para pasar el rato. En cuanto la lluvia cesó, cavamos un pozo que serviría para montar nuestra parrilla y arrancamos la fogata.



La esencia del TC. Asado, vino y motores. Miles de fogatas eran supervisadas mientras las series de la Copa Monomarca VW Bora 1.8T y las clasificaciones del TC Pista pasaban. Luego aparecieron los hermanos mayores. Los dueños de la fiesta. Suenan distinto. Andan más, doblan mejor. Los reyes de la velocidad de nuestra tierra. Ya no queda nada de aquella naturaleza rústica, improvisada y a pulmón de años atrás. Son máquinas con tecnología de punta. Medidas milimétricamente para exprimir cada gramo de potencia.



Pasaron las Chevys, Torinos, Falcons, Dodges, y terminó el día de competencias. Terminamos de armar las carpas para la noche, y nos fuimos a pasear un rato. Las puertas de la pista se abren al terminar la jornada para que el público pueda pistar un poquito de la sagrada superficie. Las rectas, que a pie parecen interminables. Los pianitos y los peraltes de cerca impresionan con sus ángulos pronunciados, y, en muchos casos, con sus imperfecciones. Accedimos a la pista por detrás del gran curvón que accedía a la recta principal. El peralte es tan importante que es difícil cruzarlo a pie.

De allí seguimos hasta la entrada a la calle de boxes, que oportunamente estaba copada por la “15”. La hinchada del Chivo estaba haciendo su clásico desfile, coreando canciones de cancha adecuadas al TC, con bombos, platillos y banderas.
La banda pasó por los talleres de diversos corredores de la marca, como también de otras, pero todo se mantenía en calma, era una fiesta, pacífica como tristemente no estamos acostumbrados a ver. Esto no es fútbol. Aquí vienen la familia y los grupos de amigos a ver el espectáculo. Las rivalidades sólo sirven para molestar y cargar un rato, pero todo manteniendo la perspectiva de que es una competencia y nada más. Tal es así, que mientras la hinchada de Chevrolet caminaba haciendo alboroto por la calle principal de boxes, la hinchada de Ford lo hacía por la calle paralela y posterior de boxes. Es como decir que la de River va por una mano de una avenida y la de Boca por la inmediata paralela. Pero sin la guerra estúpida de barras bravas. Esto es el TC. Carreras, velocidad, motores, asado y nada más. Todo queda ahí.



La calle de boxes, para un fierrero, es el cielo. Motores de alta performance casi al alcance de la mano.



No importa la marca ni el corredor. Al amante de los fierros, lo único que le interesa, es la potencia y la velocidad. Y de eso, aquí hay de sobra. Todos los componentes son especiales para superar las exigencias de la competencia manteniéndose siempre dentro del reglamento. El dicho dice que la carrera finaliza cuando cae la bandera a cuadros. Actualmente, la carrera termina cuando se aprueba la revisión técnica.


Algo que no nos había pasado en carreras anteriores, es ver los sets de cubiertas de lluvia tan a mano como en esta oportunidad. La lluvia había pasado, pero para el domingo, cualquier cosa podía pasar.






Dimos la vuelta hacia la calle posterior de boxes dónde se encuentran los TC Pista, los talleres allí son más discretos. Más artesanales, pero no dejan de ser sumamente profesionales y tecnológicos. Sólo tienen un presupuesto un tanto menor al TC.


Y dado a que son más simples, se puede estar más cerca de los autos, y ver cómo trabajan los mecánicos, mucho más de adentro.
El clima mejoró mucho, el calor comenzaba a avanzar. La tarde caía y quedaba por hacer el asado nocturno, y a descansar para arrancar el domingo temprano. No hace falta programar la alarma, si el sol no te despierta, los motores sí. Es la mejor sinfonía para despertarse.





El domingo amaneció húmedo y pesado. Con una niebla de campo leve, y la pista mojada. Un gran día nos daba la bienvenida.


Preparamos el palco y así nos dispusimos a ver las series del TC, y las finales de TC Pista y la Copa Monomarca.
Interesantes las competencias que acompañaban al gran TC. Los muchachos con sus Bora no tenían miedo de raspar la chapa para pelear una posición y muchas veces eso significaba ir a hacer off road por entrar pasado en una curva. Algunos autos incluso terminaron sin paragolpes o con luces rotas. Los roces hacen a la competencia un poco más entretenida.



Las tribunas y las posiciones estratégicas se llenaban de gente. Pasaban los corredores del TC Pista, también peleando cada posición a muerte. No se guardan nada. A fondo toda la carrera. Se da todo por un lugar. Todo predispone una gran carrera final.



Llegó la final del TC. Prendimos la radio para escuchar la cobertura del equipo de Campeones, otro clásico que no puede faltar en este tipo de eventos. Los periodistas mencionaban a un Gurí Martinez en las primeras líneas de la grilla de partida. Había sido un fin de semana muy bueno para el Gurí, que ya está acercándose a los 50. La edad parece no pesarle y sigue demostrando que está firme peleando arriba.
Se hicieron 2 vueltas de prueba, dado que la pista estaba mojada, fue así durante todo el día, para que los pilotos puedan acostumbrarse y evitar errores que opaquen la fiesta inútilmente.
Por la radio informaban que se iba a iniciar la carrera, veíamos a lo lejos como las parejas se iban armando e ingresaban a la recta principal, estaba cerca el inicio. El relato comentaba que se acercaban a la línea de inicio. “Semáforo en rojo, que pasa a verde”, y la explosión de los motores. La aceleración se escuchaba rebotando como un eco. La final había comenzado.
A un kilómetro de distancia se veía recorrer los autos el circuito, a fondo y peleando las posiciones.
Es una pista muy veloz. El Gurí larga en la pole position. Juan Pablo Gianini lo escolta. Llegan a la curva 3, una curva muy rápida en la que, a mi entender, Gianini comete el error que le costó la carrera. Iban los dos muy parejos en la larga recta opuesta, a fondo, y llegando al final de ella, Gianini por dentro y con medio auto adelante del Gurí, estira la frenada y se mete en la traza del entrerriano, quién, para no irse afuera, dobla correctamente, impactando la parte posterior del de Salto, mandándolo afuera. Fue un impacto muy fuerte contra las gomas de contención. Tan fuerte que la tierra no lo frenó y el golpe hizo virar al auto que terminó con sus ruedas mirando al cielo. Destrozado. Casi inservible. Una maniobra polémica, pero inevitable ya que Gianini entró demasiado pasado a la curva y no quiso perder la posición frenando de más. O se iba él o se iban los dos.


Ahí quedó tirado el Ford. En medio del campo arado.
De ahí en más, el Gurí tomó la punta y ya no la dejó ni disputó con nadie más. Su diferencia fue creciendo y creciendo hasta que fue constante hasta la bandera a cuadros. Muchos, como el Guille Ortelli, avanzaron pero no pudieron alcanzarlo y así, el viejito de Entre Ríos, se llevó la copa a casa y se la dedicó a los locales. Esto no es poco, se aseguró el triunfo que necesita para entrar a la Copa de Oro.
Terminó la carrera y la gente se lanzó a la pista. Está pésimo pero es algo del folclore nacional que sigue sin corregirse.
Una multitud fue a festejar a la recta principal a ver la entrega de trofeos. Otra masa de gente comenzó la partida. Un desfile interminable de cualquier tipo de vehículos que comenzaba a salir por la única salida habilitada.
No quedaba otra, lo único que se podía hacer era un asadito, almorzar, desarmar el campamento, guardar todo y dejar que la multitud se disipe. Una hora no iba a hacer la diferencia. Y así fue. Desarmamos todo tranquilos, y salimos sin esperar.
La gente se fue muy contenta con el resultado, muchos eran locales. La ruta seguía colmada de gente al principio pero era una tarde hermosa, casi para viajar con la ventanilla abierta.
La vuelta fue tranquila, constante, y así terminaba otro fin de semana de fierros. Con una gran carrera de la que se iba a hablar toda la semana. Y con la pregunta: y si Gianini no se pasaba en el frenaje y ganaba la posición, el Gurí, iba a poder recuperar la posición?
Preguntas que quedarán eternamente sin respuesta.


-Max Power-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por comentar. ahora hace algo mas interesante. Como comer pochoclos

salu2