Una nueva
carrera pasó por el veloz circuito de Paraná. En cobertura en vivo, Speed Yonkis viajó hasta allá para
presenciar lo que fue un finde de lluvia, sol, fierros, barro y polémicas.
Esto no va a ser un resumen periodístico regular como lo han hecho las grandes revistas y sitios especializados. Esto será el relato desde el punto de vista del espectador, de un grupo entre los millones que siguen el segundo deporte más popular y tradicional del país.
Esto no va a ser un resumen periodístico regular como lo han hecho las grandes revistas y sitios especializados. Esto será el relato desde el punto de vista del espectador, de un grupo entre los millones que siguen el segundo deporte más popular y tradicional del país.
Así, emprendimos el viaje sábado madrugando muy
temprano. A las 4am la caravana oficial de Speed Yonkis se subió a la
Panamericana con destino a la ciudad de Paraná. 500km por delante y una aún
oscura y cerrada noche con pronósticos meteorológicos poco prometedores para
todo el fin de semana.
Sabíamos que el barro nos estaba esperando. Las
lluvias del viernes en Buenos Aires se espejaban en Paraná y así lo
garantizaban. Sólo esperábamos que no se repitan durante los dos días de
nuestra estadía.
En el horizonte, una línea de fuego se hacía cada
vez más intensa mientras cruzábamos el Puente Rosario-Victoria, acompañados por
la programación de las radios AM locales, mate y bizcochos de grasa, como
corresponde en este tipo de viajes. Poco a poco el día se abría paso. Una
rápida parada en boxes para repostar combustible y la caravana siguió camino al
mítico autódromo entre campos sembrados, lomas y pequeños pueblos.
Unos cuantos kilómetros adelante, llegamos al Autódromo Ciudad de Paraná. Una única
entrada y salida generaba una pequeña fila para ingresar luego de comprar las
entradas. Vendedores oficiales te facilitaban el tema vendiéndote las entradas
mientras hacías la cola. Generales, 200ARS. Auto, 100ARS. Las tribunas
estratégicamente ubicadas se podían comprar directamente en ellas. Boxes, ni
preguntamos.
Una calle rodea el circuito, de tierra claro (o un
río de barro ese día). Transitar por ella era divertido ya que ponía a prueba
la sensibilidad del conductor para no patinar ni enterrarse y quedarse allí
para siempre. Recorrimos casi todo el predio. Buscábamos lugar para establecer
campamento, pero no fue hasta llegar a la curva 4 dónde encontramos lugar.
Tanto la recta principal (zona que siempre está
colmada de gente), el gran curvón peraltado #1, la curva casi a 90 grados #2,
la curva #3 de la polémica y entre las curvas #4 y #12 estaban cubiertas por
plateas oficiales.
Llegamos a ubicarnos en un sector frente a estas
últimas dos curvas lo cual nos dejaba una perspectiva muy buena de la recta
opuesta, curva 3, 4, 5, 6, curvón 7 y 8, la S de las curvas 9 y 10 y el curvón
peraltado que desembocaba a la recta principal. Todo visto desde nuestra “platea
privada”.
Lamentablemente (para nosotros), los entrerrianos
son sumamente fanáticos del TC, con lo cual el acceso al alambrado protector
del circuito era algo que ya estaba copado en su 100%. Con lo cual debimos
armar nuestro propio palco VIP en la segunda línea de espectadores.
Esto es clásico en el TC. Los andamios, estructuras
sobre camiones, cajas de camionetas o cualquier cosa sobre la que se pueda uno
parar es un buen lugar para ver una carrera, en algunos casos las estructuras
son más profesionales de gente habitué.
En otros casos, lo que se pudo conseguir.
Desde que llegamos, los motores resonaban en todo
el circuito, los TC Pista estaban probando. Muy similares al TC, pero con
pilotos con menos reservas, los roces no se hacen esperar. Un chaparrón fugaz
nos hizo refugiarnos en nuestro living, mientras preparamos la primera picada
con cerveza para pasar el rato. En cuanto la lluvia cesó, cavamos un pozo que serviría
para montar nuestra parrilla y arrancamos la fogata.
La esencia del TC. Asado, vino y motores. Miles de
fogatas eran supervisadas mientras las series de la Copa Monomarca VW Bora 1.8T
y las clasificaciones del TC Pista pasaban. Luego aparecieron los hermanos
mayores. Los dueños de la fiesta. Suenan distinto. Andan más, doblan mejor. Los
reyes de la velocidad de nuestra tierra. Ya no queda nada de aquella naturaleza
rústica, improvisada y a pulmón de años atrás. Son máquinas con tecnología de
punta. Medidas milimétricamente para exprimir cada gramo de potencia.
Pasaron las Chevys, Torinos, Falcons, Dodges, y
terminó el día de competencias. Terminamos de armar las carpas para la noche, y
nos fuimos a pasear un rato. Las puertas de la pista se abren al terminar la
jornada para que el público pueda pistar un poquito de la sagrada superficie. Las
rectas, que a pie parecen interminables. Los pianitos y los peraltes de cerca
impresionan con sus ángulos pronunciados, y, en muchos casos, con sus
imperfecciones. Accedimos a la pista por detrás del gran curvón que accedía a
la recta principal. El peralte es tan importante que es difícil cruzarlo a pie.
De allí seguimos hasta la entrada a la calle de
boxes, que oportunamente estaba copada por la “15”. La hinchada del Chivo
estaba haciendo su clásico desfile, coreando canciones de cancha adecuadas al
TC, con bombos, platillos y banderas.
La banda pasó por los talleres de diversos
corredores de la marca, como también de otras, pero todo se mantenía en calma,
era una fiesta, pacífica como tristemente no estamos acostumbrados a ver. Esto no
es fútbol. Aquí vienen la familia y los grupos de amigos a ver el espectáculo. Las
rivalidades sólo sirven para molestar y cargar un rato, pero todo manteniendo
la perspectiva de que es una competencia y nada más. Tal es así, que mientras
la hinchada de Chevrolet caminaba haciendo alboroto por la calle principal de
boxes, la hinchada de Ford lo hacía por la calle paralela y posterior de boxes.
Es como decir que la de River va por una mano de una avenida y la de Boca por
la inmediata paralela. Pero sin la guerra estúpida de barras bravas. Esto es el
TC. Carreras, velocidad, motores, asado y nada más. Todo queda ahí.
La calle de boxes, para un fierrero, es el cielo. Motores
de alta performance casi al alcance de la mano.
No importa la marca ni el corredor. Al amante de
los fierros, lo único que le interesa, es la potencia y la velocidad. Y de eso,
aquí hay de sobra. Todos los componentes son especiales para superar las
exigencias de la competencia manteniéndose siempre dentro del reglamento. El
dicho dice que la carrera finaliza cuando cae la bandera a cuadros.
Actualmente, la carrera termina cuando se aprueba la revisión técnica.
Algo que no nos había pasado en carreras
anteriores, es ver los sets de cubiertas de lluvia tan a mano como en esta
oportunidad. La lluvia había pasado, pero para el domingo, cualquier cosa podía
pasar.
Dimos la vuelta hacia la calle posterior de boxes
dónde se encuentran los TC Pista, los talleres allí son más discretos. Más
artesanales, pero no dejan de ser sumamente profesionales y tecnológicos. Sólo tienen
un presupuesto un tanto menor al TC.
Y dado a que son más simples, se puede estar más
cerca de los autos, y ver cómo trabajan los mecánicos, mucho más de adentro.
El clima mejoró mucho, el calor comenzaba a
avanzar. La tarde caía y quedaba por hacer el asado nocturno, y a descansar
para arrancar el domingo temprano. No hace falta programar la alarma, si el sol
no te despierta, los motores sí. Es la mejor sinfonía para despertarse.
El domingo amaneció húmedo y pesado. Con una niebla
de campo leve, y la pista mojada. Un gran día nos daba la bienvenida.
Preparamos el palco y así nos dispusimos a ver las
series del TC, y las finales de TC Pista y la Copa Monomarca.
Interesantes las competencias que acompañaban al
gran TC. Los muchachos con sus Bora no tenían miedo de raspar la chapa para
pelear una posición y muchas veces eso significaba ir a hacer off road por
entrar pasado en una curva. Algunos autos incluso terminaron sin paragolpes o
con luces rotas. Los roces hacen a la competencia un poco más entretenida.
Las tribunas y las posiciones estratégicas se
llenaban de gente. Pasaban los corredores del TC Pista, también peleando cada
posición a muerte. No se guardan nada. A fondo toda la carrera. Se da todo por
un lugar. Todo predispone una gran carrera final.
Llegó la final del TC. Prendimos la radio para
escuchar la cobertura del equipo de Campeones,
otro clásico que no puede faltar en este tipo de eventos. Los periodistas mencionaban
a un Gurí Martinez en las primeras líneas de la grilla de partida. Había sido
un fin de semana muy bueno para el Gurí, que ya está acercándose a los 50. La edad
parece no pesarle y sigue demostrando que está firme peleando arriba.
Se hicieron 2 vueltas de prueba, dado que la pista
estaba mojada, fue así durante todo el día, para que los pilotos puedan
acostumbrarse y evitar errores que opaquen la fiesta inútilmente.
Por la radio informaban que se iba a iniciar la
carrera, veíamos a lo lejos como las parejas se iban armando e ingresaban a la
recta principal, estaba cerca el inicio. El relato comentaba que se acercaban a
la línea de inicio. “Semáforo en rojo,
que pasa a verde”, y la explosión de los motores. La aceleración se
escuchaba rebotando como un eco. La final había comenzado.
A un kilómetro de distancia se veía recorrer los
autos el circuito, a fondo y peleando las posiciones.
Es una pista muy veloz. El Gurí larga en la pole position. Juan Pablo Gianini lo
escolta. Llegan a la curva 3, una curva muy rápida en la que, a mi entender,
Gianini comete el error que le costó la carrera. Iban los dos muy parejos en la
larga recta opuesta, a fondo, y llegando al final de ella, Gianini por dentro y
con medio auto adelante del Gurí, estira la frenada y se mete en la traza del
entrerriano, quién, para no irse afuera, dobla correctamente, impactando la
parte posterior del de Salto, mandándolo afuera. Fue un impacto muy fuerte
contra las gomas de contención. Tan fuerte que la tierra no lo frenó y el golpe
hizo virar al auto que terminó con sus ruedas mirando al cielo. Destrozado. Casi
inservible. Una maniobra polémica, pero inevitable ya que Gianini entró
demasiado pasado a la curva y no quiso perder la posición frenando de más. O se
iba él o se iban los dos.
Ahí quedó tirado el Ford. En medio del campo arado.
De ahí en más, el Gurí tomó la punta y ya no la
dejó ni disputó con nadie más. Su diferencia fue creciendo y creciendo hasta
que fue constante hasta la bandera a cuadros. Muchos, como el Guille Ortelli,
avanzaron pero no pudieron alcanzarlo y así, el viejito de Entre Ríos, se llevó
la copa a casa y se la dedicó a los locales. Esto no es poco, se aseguró el
triunfo que necesita para entrar a la Copa de Oro.
Terminó la carrera y la gente se lanzó a la pista. Está
pésimo pero es algo del folclore nacional que sigue sin corregirse.
Una multitud fue a festejar a la recta principal a
ver la entrega de trofeos. Otra masa de gente comenzó la partida. Un desfile
interminable de cualquier tipo de vehículos que comenzaba a salir por la única
salida habilitada.
No quedaba otra, lo único que se podía hacer era un
asadito, almorzar, desarmar el campamento, guardar todo y dejar que la multitud
se disipe. Una hora no iba a hacer la diferencia. Y así fue. Desarmamos todo
tranquilos, y salimos sin esperar.
La gente se fue muy contenta con el resultado,
muchos eran locales. La ruta seguía colmada de gente al principio pero era una
tarde hermosa, casi para viajar con la ventanilla abierta.
La vuelta fue tranquila, constante, y así terminaba
otro fin de semana de fierros. Con una gran carrera de la que se iba a hablar
toda la semana. Y con la pregunta: y si Gianini no se pasaba en el frenaje y ganaba la posición, el Gurí, iba
a poder recuperar la posición?
Preguntas que quedarán eternamente sin respuesta.
-Max Power-
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Gracias por comentar. ahora hace algo mas interesante. Como comer pochoclos
salu2